Llegando al cementerio

Después de haber visto a esa extraña vampira, llegué al lugar donde normalmente iba. El cementario que cada noche visitaba, pero esa noche no era como siempre, había alguna presencia extraña. No era la chica que había antes... Era un humano. Seguí su rastro y vi a un chico llorando delante de una tumba.

Como cada noche, me dirigí al cementario. Hoy iba más tarde, sí, lo sabía, pero tenía que hacer un trabajo para el instituto y el tiempo me había pasado volando. Dejé las flores delante de la tumba de mis padres y me arrodillé delante de ésta, dejando que unas lágrimas cayeran de mis ojos. Pero paré, porque noté como si alguien me estuviera observando.

Se levantó y miró hacia todos los lados buscando algo y al final me vio. Vi que se había dado cuenta de mi presencia pero no hice nada, si no que me acerqué a él con una de mis mejores sonrisas.

- Hola -Musité- ¿Qué haces aquí a estas horas?

Aquella chica misteriosa, pero por eso no dejaba de ser guapa, me miraba con unos ojos hipnotizadores y con una bonita sonrisa.

- Bueno, como cada noche, vengo a ver la tumba de mis padres. Pero hoy me he entretenido un poco y por eso he llegado más tarde. -Miré hacia otro lado y dije- Me llamo Matthew. ¿Y tú?

Le tendí la mano a aquel chico y él me la estrechó. Matthew, sonaba bien. Tenía unos bonitos ojso azules y unos labios carnosos y, probablemente, una sonrisa preciosa.

- Así que te llamas Matthew. Yo me llamo Lilith. Bueno, encantada de conocerte. Tengo que irme.

Me despedí y me fui por donde había venido, adentrándome de nuevo, en ese profundo bosque.

No tuve tiempo a despedirme de ella, se despidió de mí y se fue. Qué chica tan misteriosa, pero a la vez interesante. Decidí que iría mañana a la misma hora para ver si me la volvía a encontrar. Salí del cementerio para dirigirme a mi casa en La Push, donde una libro de Matemáticas y una cena a medio hacer, me esperaban en la mesa de la cocina.