Alice & Jasper... Para siempre.

Entré en el coche y encendí el motor. Me encantaba el ruido que hacía aquel motor. Adoraba a Alice por haberle pedido el coche a Edward, y a Edward por habérselo comprado.
Conduje lo más deprisa que pude por la autopista hacia Las Vegas, impaciente por casarme con mi amor. Notaba el nerviosismo de Alice, pero al estar yo igual de nervioso no podía calmar sus sentimientos. Además, al no ser malos, tampoco hacía falta.
Llegamos a Las Vegas tres horas más tarde.
- ¿En un autoservicio o en una iglesia de esas que hay por aquí, cariño? - le pregunté.

- Allá vamos. - Dije, y aceleré hasta 180 km/h.
Llegamos a la primera iglesia que encontramos y aparqué justo al lado. Salí del coche y antes de que Alice pudiera salir, me acerqué y le abrí la puerta. Ella salió y la besé mientras cerraba la puerta con una mano. Sonreí y la agarré por la cintura, yendo hasta la iglesia.

Yo miraba al lado del cura como Alice venía poco a poco hacia mí, más emocionado que nunca, si cabía. A ella se le notaban el entusiasmo y el miedo en los ojos, por lo que intenté calmar aquel miedo irracional que se sentía al casarse. Aunque en aquellos momentos yo también lo sintiera, no entendía porqué se sentía tanto vértigo al casarse.
Llegó hasta mí y la música dejó de sonar.
- Postdata: Te quiero. - le susurré al oido, tan bajito que sabía que el cura no nos había oido. Vi como sonreía, y me giré hacia el cura.
Y la ceremonia comenzó. Si a aquello se le podía llamar así.
- Jasper Hale - pronunció mi nombre alto y claro, y yo dudé de si la gente que había en la calle habría llegado a oirlo. - ¿Quieres a esta mujer, Alice Cullen, como futura esposa, en la salud y la enfermedad... - ¿Se empezaba por ahí? Carraspeé interrumpiendo al cura y le guiñé un ojo.
Me arodiyé ante Alice y ella se me quedó mirando aturdida. Le sonreí.
- Alice... Pienso amarte cada día de mi vida, cada segundo de esta tortura a la que llaman vida, porque sé que junto a ti no existe la tortura. Al estar junto a ti es como tocar el cielo, las estrellas, la luna y más allá. Te amaré en la salud y en la enfermedad, aunque sé que jamás te pondrás enferma, ya que yo no lo consentiré. - cogí aire, aunque sabía que no lo necesitaba, y continué. - Te amo más que a nada en esta vida, y perdona si algún día no consigo demostrártelo como mereces. Espero ser feliz a tu lado. Para siempre. - concluí.
El cura se me quedó mirando inédito a lo que oía y la que había puesto la marcha nupcial en el tocadiscos empezó a aplaudir, al igual que las parejas que esperaban tras de nosotros. Yo me levanté y la miré.

Cogí el boli y firmé yo también. Sentía tal felicidad que incluso oía una musiquita alegre en mi cabeza que me hizo reír.
Firmé y el cura dijo "Siguiente." Salimos de allí y nada más poner un pie en el suelo de la calle la miré, la cogí por la cintura y la besé.
- Señora Hale... - dije, emocionado. Sonreí y empecé a besarla por todo.

- Podría decir lo mismo - respondí -. Pero no quiero. Estoy demasiado ocupado besándote.
Y me reí.
Cuando conseguí despegarme de ella le abrí la puerta del copiloto y le ayudé a entrar, cerré y entré yo.
- ¿Adónde vamos, señora Hale? - pregunté.

- Está bien - asentí -. La llevaré al hotel más lujoso que haya por aquí.
Arranqué el motor y empecé a conducir a toda velocidad.
- Y usted que es una experta, ¿podría decirme cuál es el hotel más lujoso de Las Vegas? - pregunté, ya que yo no tenía ni idea y conducía sin rumbo fijo.

Me reí y conduje hasta donde me había dicho.
Exactamente: aquello era todo un lujo. Salí del coche, dándole las llaves al aparcacoches y abrí la puerta a Alice. Entramos en el hotel cogidos de la mano, directos a recepción.
Estuvimos un cuarto de hora discutiendo con el recepcionista del hotel hasta que conseguimos vales para todos los lujos de aquel hotel - y de la ciudad - casi por el forro. Casi.

Subimos a la suite nupcial seguidos por el botones, que subía el poco equipaje que habíamos cogido. Eran cuatro maletas. Claro que no dije que fuera poco para mí. Era poco para Alice. Pero, para eso trabajaban los botones, ¿no? Pues que se ganara su sueldo. Las dejó en la entrada apiladas y le di una propina bastante generosa. Él sonrió y cerré la puerta cuando se fue. Me giré hacia Alice, mirándola con picardía.

Le cogí la mano en la que llevaba el anillo, lo contemplé emocionado y besé su mano como solían hacerse en las películas.
Entonces, una idea perversa cruzó por mi mente. La besé y sin más, se la comenté.
- ¿Nos duchamos juntos? - sonreí con picardía. Ella pareció entender a qué me refería.